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La pasión: Ese gran motor de la vida

12/27/2014

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Si le pedimos a una persona que nos hable de  sus emociones, las primeras que siempre aparecerán serán el amor, la alegria, la tristeza, la rabia, incluso el miedo ocupan un gran espacio en esta lista, son las más recurrentes. Incluso los niños las identifican de inmediato y es que son por si mismas capítulos de un repertorio que nos define. Sin embargo poco solemos reconocer dentro a la pasión, ese pequeño toro: un poco salvaje y un poco tierno que tantas veces nos ayuda para emprender, para mostrar y hacer. Pero que si está alimentado mal, quizás con veneno y pierde su horizonte puede causar mas daño que gusto.

La pasión es ese ingrediente que le ponemos a aquello en lo que creemos mucho, que nos hace persistir, luchar, seguir y disfrutar. Tiene que ver con energía pero no es nuclear, a veces la emparentamos con el sufrimiento pero tiene mucho más que ver siempre con la acción, el empoderamiento y la vitalidad. Es una fuerza interna que no es violenta pero que puede ser el elemento decisivo para ir por un camino, especialmente cuando es largo o difícil.


Viviendo en un mundo donde el resultado se ha vuelto más importante que el proceso, donde el camino casi ni se mira ya que se vive con los ojos puestos en la meta, la pasión parece no tener espacio que haga posible su desarrollo. Cada vez más gente pasa mucho tiempo haciendo cosas sin pasión, solo por responsabilidad o compromiso , de modo autómata en lugar de hacer las cosas con el desde adentro, usando su pasión. El trabajo es muy duro para ellos y siempre aunque siempre dan la impresión de estar muy ocupados  parecen no tener aquello que realmente quieren. Hacer cosas sólo por tener que hacerlo, es la forma más fácil de desconectarnos con nuestra pasión. De desconectarnos con la mejor versión de nosotros, de reconocer las señales y a actuar instantáneamente, siguiendo al corazón.


La pasión nace, si,  pero también y sobretodo se contagia. La hemos visto en ese profesor tan empeñado en que entendamos la historia de los egipcios o las propiedades la hipotenusa. La hemos visto en aquel amigo que  ensaya tanto ese instrumento y que parece empeñado en no hacerle caso, y la vimos en ese capitán del equipo de futbol que logra que todos sean un puño cerrado en pro de la causa de su tribuna. La vimos cuando nos enamoramos tanto de ese sublime ser que nos produjo tantas mariposas en el vientre y todo el mundo giraba a su alrededor, noches sin dormir y días enteros sólo pensándole y deseando estar juntos.


Y principalmente en los padres, que tuvieron a sus hijos, curiosamente como fruto de otra pasión, pero que es a través de ella que día a día pueden sobrellevar los lados complejos de la paternidad: las circunstancias, los gobiernos, las fatalidades y los aprendizajes difíciles. Inculcar la pasión a un hijo, es un logro más grande que enseñarle donde va el acento, que comprar el juguete de moda en Navidad o que darle el auto a los 17. Enseñarle a sentir pasión es darle continuidad a sus sueños, a defender sus creencias, a encontrar un sentido a la locura. porque ¿Qué sería del sueño de un hijo hecho realidad sin la pasión de un padre? Y ¿ qué sería del sueño de un padre sin que el hijo le ponga pasión a cada logro?. La pasión colectiva , la del barrio,  la del equipo, la de la familia cuando son sostenidas por el amor y la confianza generan proyectos de vida muy saludables y duraderos.


Sin embargo la pasión por si misma no funciona sola, la pasión no sabe pensar debe ir siempre junto a la acción, y mucho mejor si es una buena acción, fruto de una constante reflexión, por que si esa energía apasionada no se despliega puede crear muchas de las más duras decepciones, como el sonido de un motor que intenta arrancar sin lograrlo y se convierte en un quejido. Por ello a la pasión hay que moverla.  Activarla. Desplazarla hacia algo.


Otra mala combinación es cuando desafortunadamente la pasión que tanto moviliza deseos es contaminada con el miedo, ese gadget moderno que tanto nos vende el mundo 2.0, o con la inseguridad  , legado de infancia que debemos procurar resolver tempranamente en la vida. Si ellos se alimentan de nuestra pasión podemos estar frente a un verdadero monstruo de nuestros tiempos: La obsesión. Aquella que saca nuestra versión mas irracional y secuestra nuestra conciencia. La obsesión siempre nos dirá "la felicidad esta allá , no aquí" " no es suficiente", "no estoy feliz". Y el camino con espinas empezará.


Pese a ello, con sus estados extremos, la pasión es un gran motor para a vida,  simple, natural y sabroso para llegar a donde queremos, y mientras podamos sentirla dentro es un signo de que nos mantenemos vivos y con un espíritu fuerte para generar, para crecer y cuidar. Hay que apasionarnos más con nuestras actividades, con lo que somos, con lo que sabemos. Y no solo apreciar al mundo como desde una pantalla. Hay que transmitir nuestra pasión, que se escuche, que se vea, que se huela... y dejar que los demás la abracen. Porque todas las cosas, desde la  sencilla hasta la más compleja debe tener en su ADN: nuestra pasión.


 Y porque como dice la frase popular: Si el amor es el poder iniciador de la vida, la pasión posibilita su permanencia.


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    Fernando Lamas

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